NOVENA
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![]() Oración de la Novena de la Gracia(Se reza del 4 al 12 de Marzo) Por la señal, etc. Señor mÃo Jesucristo… D. ¡Apóstol lleno de caridad, San Francisco Javier! Adoramos contigo humildemente a la Divina Majestad. T. Y le damos gracias por los singulares dones que te concedió en vida –y por la gloria de que ya gozas. D. Te pedimos con todo el afecto de nuestras almas. T. Nos consigas por tu poderosa intercesión –la gracia importantÃsima de vivir y morir santamente. D. Te pedimos también nos alcances la gracia especial que solicitamos en esta novena. T. Y si lo que pedimos no conviene a mayor gloria de Dios y bien de nuestras almas –queremos alcanzar lo que para eso fuere más conveniente. Amén.
PETICIÓN.- Padre Nuestro, AvemarÃa y Gloria. Oración que compuso y decÃa el Santo D. ¡Eterno Dios, Creador, de todas los cosas! T. Acuérdate que Tú solo creaste las almas de los infieles haciéndolas a tu imagen y semejanza. D. Acuérdate, Señor, que tu Hijo Jesucristo padeció por ellas. T. Derramando tan liberalmente su sangre. D. No permitas, Señor, que el mismo Hijo tuyo y Señor nuestro sea por más tiempo tenido en menos de los infieles, T. antes aplacado por los ruegos de los santos, elegidos tuyos –y de la Iglesia, esposa benditÃsima de tu mismo Hijo- acuérdate de tu misericordia. D. Y olvidando su idolatrÃa e infidelidad. T. Haz que también ellos conozcan al que enviaste –Jesucristo Hijo tuyo y Señor nuestro, D. que es salud, vida y resurrección nuestra, T. por el cual somo libres y nos salvamos, -a quien sea dada la gloria por infinitos siglos de los siglos. Amén. D. Ruega por nosotros, San Francisco Javier. T. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
ORACIÓN LITÚRGICA DE LA MISA DEL SANTO D. Señor y Dios nuestro, Tú has querido que numerosas naciones, T. llegaran al conocimiento de tu nombre por la predicación de San Francisco Javier; D. infúndenos su celo generoso por la propagación de la fe. T. y haz que tu Iglesia encuentre su gozo en evangelizar a todos los pueblos. D. Por Jesucristo Nuestro Señor.
ORACIÓN A LAS CINCO LLAGAS Señor mÃo Jesucristo, en cuya mano están todas las cosas, y no hay nadie que pueda resistir vuestra voluntad, que os habéis dignado nacer, morir y resucitar: por el misterio de vuestro SantÃsimo Cuerpo, y por las cinco llagas, y el derramamiento de vuestra preciosÃsima sangre, compadeceos de nosotros, como vos sabéis lo necesitamos en nuestras almas y en nuestros cuerpos; libradnos de las tentaciones del demonio y de todo lo que veis que nos aflige; y conservadnos y fortalecednos hasta el fin, en vuestro servicio, y dadnos una verdadera enmienda, y espacio de verdadera penitencia, y el perdón de todos los pecados después de la muerte; y haced que amemos a nuestros hermanos, hermanas, amigos y enemigos; y que con todos los Santos gocemos eternamente en vuestro reino, que con Dios Padre y el EspÃritu Santo vivÃs y reináis, Dios por los siglos de los siglos. Amén.
AFECTOS DE AMOR Para serviros, Dios mÃo, no me mueve el terror de vuestra mano arrojando rayos, ni el horror del fuego del infierno ardiendo eternamente: Tú me mueves, Dios mÃo, por ti mismo. Tú, Jesucristo, atravesado, me atraes, la Cruz me obliga, y me enciende, oh Jesús; la sangre que brota de tus llagas. Si no existiese el fuego del infierno y se quitase la esperanza de la gloria, yo, sin embargo, oh Criador mÃo, prendado de vuestras bondades, admirando vuestra sublime divinidad, santa y próbida, proseguiré en el amor ya comenzado. A ti, Jesús, Hijo de Dios, a ti, Hijo de la Virgen, manso, fuerte, inocente, que te dignaste morir por nosotros, que todo lo mereces, te amaré sin recompensa.
ACTO DE AMOR ¡Oh Dios mÃo! Yo os amo; y no os amo porque me salvéis, o porque castiguéis con fuego eterno a los que no os aman. Vos, vos, Jesús mÃo, habéis abrasado todo mi ser en la Cruz; sufristeis los clavos, la lanza, las ignominias, innumerables dolores, sudores, angustias, y la muerte: y esto, por mà y por mà pecador. ¿Por qué, pues, no te he de amar, oh Jesús amantÃsimo? No porque me lleves al cielo, o porque me condenes al infierno, ni por esperanza de algún premio; sino asà como vos me amasteis, asà os amo y os amaré: sólo porque sois mi Rey y sólo porque sois mi Dios. Amén. |
![]() San Francisco Javier, conquistador de Oriente
La heroica España imperial en cuyos vastos dominios no se ponÃa el sol, lanzó hacia los cuatro puntos cardinales conquistadores, navegantes y misioneros que hoy deslumbran al mundo por sus hazañas. Uno de ellos, San Francisco Javier, portando la Cruz por espada y la sotana por coraza, emprendió un viaje sin retorno para llevar a los más apartados confines de la Tierra el mensaje de Nuestro Señor Jesucristo La agreste y montañosa Navarra ha escrito páginas de gloria en la historia de España. Reino independiente desde el año 841, su protagonismo en la Reconquista fue crucial. Solo para dar un ejemplo, las cadenas que aparecen en su escudo evocan aquellas que protegÃan la tienda del emir MiramamolÃn que el rey Sancho VII el Fuerte destrozó de un golpe de espada en la decisiva batalla de las Navas de Tolosa. Por otra parte, en el siglo XIV, guerreros navarros conquistaron Albania e importantes territorios en Grecia sirviendo a sus rey, Carlos II “el Malo†y posteriormente a Pedro IV de Aragón. En esa tierra heroica, colonizada por los romanos y sujeta a control carolingio, vino al mundo un santo que habrÃa de llevar la Palabra de Cristo a las regiones más remotas del mundo. Familia noble En el castillo de Jaso, próximo a Pamplona, nació Francisco Javier, el 7 de abril de 1506, hijo de Juan de Jaso Atondo y MarÃa Azpilcueta Aznárez, miembros de la nobleza rural y padres de otros cuatro vástagos, Miguel y Juan que años después lucharon en los ejércitos de Juan III de Navarra, y Magdalena y Ana. La primera, después de ser dama de honor de la reina Isabel la Católica, ingresó en el convento de las Clarisas y la segunda, al contraer matrimonio con don Diego de Ezpeleta, señor de Beire, fue abuela del RP Jerónimo de Ezpeleta, gran apóstol de oriente. El bastión donde el retoño vino al mundo, aporte al matrimonio de doña MarÃa, descendiente de los antiguos soberanos pirenaicos, era una fortaleza fronteriza del siglo X que servÃa de escudo contra la permanente amenaza aragonesa. San Ignacio de Loyola A los dieciocho años de edad, Francisco viajó a ParÃs para estudiar en su célebre universidad, La Sorbona. Al llegar a esa ciudad, se alojó en el Colegio Mayor de Santa Bárbara, que estaba bajo la protección del rey de Portugal, compartiendo su cuarto con otro estudiante, el futuro Beato Pedro Fabro, con quien alcanzarÃa el grado de Maestro en Artes. Antes de recibirse, Fabro trajo a un estudiante español sin recursos a quien repetÃa las lecciones aprendidas en clase: Ignacio de Loyola. Oriundo de la vecina Guipúzcoa y dieciséis años mayor que Francisco, cojeaba de una pierna por haber sido herido en la defensa de Pamplona. Cuando Javier obtuvo una cátedra, Ignacio le buscó muchos y buenos alumnos. Pero insistentemente empezó a repetirle las palabras del evangelio: “¿Qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?â€. Por esa razón, Francisco aceptó seguir los “Ejercicios Espirituales†que Ignacio habÃa escrito durante su retiro en la cueva de Manresa y de esa forma, cuarenta dÃas después, su ambición humana se convirtió en ambición de almas. Mientras tanto, San Ignacio habÃa captado para su empresa a LaÃnez, Salmerón, Bobadilla y Simón RodrÃguez, quienes el dÃa de la Asunción de Nuestra Señora de 1534, fueron a la capilla de Montmartre donde el recién ordenado Padre Fabro celebró el Santo Sacrificio de la Misa y todos los “compañeros de Jesús†hicieron votos privados poniéndose en manos del maestro Ignacio. Apóstol jesuita Su primer viaje fue a Italia, donde trabajó con San Ignacio en la redacción de las Constituciones de la CompañÃa. Una vez aprobadas, el Papa Paulo III presentó a Ignacio al embajador de Portugal D. Pedro Mascareñas, quien le pidió en nombre del rey Juan III misioneros para la India. Francisco, junto a Simón RodrÃguez, partió rumbo a Lisboa como Nuncio papal. Viaje a la India El 7 de abril de 1541 San Francisco Javier abandonó Europa iniciando un viaje de circunnavegación en torno al Ãfrica a bordo de la nao principal de una flota de cinco embarcaciones en la que viajaba el recientemente designado gobernador de la India, D. MartÃn Alfonso de Souza. Tres meses después llegó al Cabo de Buena Esperanza y en agosto a las costas de Mozambique, donde la flota hizo alto para reabastecerse y efectuar reparaciones. La expedición llegó a Goa el 6 de mayo de 1542, después de una breve escala en la isla de Socotora. Javier se alojó en un hospital en espera de sus compañeros religiosos, el italiano Pablo Camerino y el portugués Francisco Mansilhas, cuyas naves se habÃan retrasado. El santo navarro se encontró con una colonia viciosa, completamente desentendida de la fe y solo interesada en lucrar y hacer fortuna. Su acción apostólica logró revertir esa situación al atender enfermos, consolar desvalidos y recorrer la población para impartir el catecismo y la sagrada comunión. Rumbo a Ceylán Cinco meses después San Francisco Javier embarcó hacia Ceylán dado que los paravas, una tribu amistosa que habitaba la isla de Manar, solicitaba el bautismo. Dios obró proezas en la región a través de su siervo, quien bautizó, impartió la primera comunión, unió en santo matrimonio y enseñó el catecismo mientras combatÃa la promiscuidad propia de los pueblos paganos. Incluso curó milagrosamente a más de un nativo. Tan agotadora fue su labor que muchas veces, apenas podÃa mover los brazos de tanto administrar los sacramentos. Cruzada contra el paganismo De la tierra de los paravas San Francisco Javier pasó a Travancore donde extendió su acción evangelizadora. En ComoÃn y TuticorÃn fue donde el heroÃsmo hispano y la fe en el Señor movieron al navarro a una de sus acciones más heroicas. Durante una incursión de los bárbaros badagas, mientras hombres y mujeres huÃan en pos de protección, él solo, con un crucifijo, salió a enfrentarlos, logrando detenerlos y hacerlos regresar. Labor incansable Fueron numerosos los viajes que el santo realizó entre Goa, Ceylán y el Cabo de ComorÃn, animado y dispuesto a evangelizar a los pueblos primitivos, siempre asistido por el P. Mansilhas. Predicó en las Malasia, Ternate, Gilolo, Amboina y las Molucas, apuntalando al mismo tiempo el Colegio Internacional de San Pablo en Goa, una de sus obras más importantes. Recorrió también Calicut, Mangalore, Bombay, Damao y Diú, y peregrinó a la tumba de Santo Tomás de Milapur, el gran apóstol de la India. Hacia el oriente extremo En abril de 1549 San Francisco Javier partió de Goa con destino a oriente, acompañado por el padre Torres, un coadjutor (el hermano Fernández) y tres japoneses que acababan de abrazar la verdadera Fe. Atravesaron la Malasia, navegaron el Mar de la China y tras un alto en Cantón (China), llegaron a Japón, desembarcando en Kagoshima el 15 de agosto de ese mismo año. El apostolado de San Francisco Javier en el nuevo territorio fue agotador. Después de aprender el japonés, comenzó a enseñar el Catecismo, convirtiendo a la esposa del señor de Ichiku, a uno de sus criados y a varias personas más. En Hirado, al norte de Nagasaki, contó con la ayuda de su gobernador logrando en pocas semanas decenas de conversiones. Después de dejar allà al padre Torres, se encaminó a Yamaguchi, en la isla de Honshu y en diciembre de 1551 pasó a Kyoto, la capital imperial, donde la guerra civil le impidió progresar. En la lejana China San Francisco Javier regresó a la India a fines de 1551 y cuatro meses después volvió a embarcar en el que serÃa su último viaje. La nave que lo transportaba junto a su comitiva (un sacerdote, un estudiante, un joven indio y un chino) zarpó el 25 de abril de 1552 y tras una escala en Malaca, llegó en agosto a la desierta isla de Sancián, frente a las costas de China, a 25 leguas de Cantón y 100 kilómetros al sur de Hong Kong. Allà lo acometieron altas fiebres que le impidieron cruzar a tierra firme. Agravado por una pulmonÃa, falleció en una choza de cañas, en la madrugada del sábado 3 de diciembre de 1552, a los 46 años de edad. Su cuerpo fue trasladado a Malaca y de ahà a Goa, donde permanece incorrupto hasta el dÃa de hoy. Canonizado en 1622 por el Papa Gregorio XV, es el Patrono Universal de las Misiones y del Reino de Navarra1. Notas 1- Fue canonizado junto a su amigo y maestro, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Isidro Labrador y San Felipe Neri. |